Hace casi un mes que me vino la nostalgia de cerros. Haciendo memoria son diez años desde que visité algunos por primera vez sin que haya vuelto, lo que habla de lo lento que tiene ese tipo de recuerdos en perder su poder, y afirma de manera potente la capacidad de impresionar de algunos paisajes naturales. Lo extraño es que no parece que fuera tanto tiempo, pero desde que subí el San Ramón (por primera y única vez) y el Roble, en mayo se cumplieron esos diez años. Viendo la única foto que tengo del Roble me digo que tengo que volver, que está al lado de Santiago, que tengo transporte y por lo mismo no hay excusas para no ir......además que puede que me encuentre nieve, y talvez pueda repetir esa imagen de postal de las hojas rojas sobre el blanco en sus huellas y laderas, que me regaló el 2004. Finalmente fui, conocí un camino nuevo para llegar al "parque" (por Caleu), y llama la atención que ahora está administrado por la comunidad, se organizaron y pusieron una caseta y señalizaciones.......muy bien por ellos!!!.
Esto es lo que pasa cuando se logra salir de la trampa del internet, se pesca el auto en la mañana, y se parte al cerro. Lo que hace diez años parecia una aventura ahora es un paseo que entre traslado y ascensión toma medio día, me quedaron muy buenas sensaciones, y el bichito que me dice que voy a volver más veces este año. Afortunadamente al llegar temprano tuve el cerro para mi solo, y no me aguanté de hacer un pequeño registro "en movimiento" (vamos a ver si este blog es capáz de cargarlo!!!!)
Andar liviano me ha permitido conocer muchos más lugares y poder disfrutar de una manera distinta a cuando veía el montañismo como un calvario análogo al de una bestia de carga. Creo que correr por lo cerros -o subir a un ritmo rápido- logra un equilibrio que no veía en mis fugaces incursiones por la media-montaña. Antes ir a subir un cerro era una empresa de logística considerable, cuando la mochila podía llegar fácil a los 20 kilos, cargando con cosas que no se sabia si iba a usar -en caso de emergencia- y de subir obsesionado por la cumbre.........cuando lo que uno buscaba era sentir la libertad en la montaña, esa contradicción de tener tantas amarras me fue alejando de un espacio con el que creía estar enamorado.
Ahora que la idea de ir sólo con el agua y una ración pequeña es una posibilidad real, se puede ir más rápido, con más confianza y disfrutar más. Llegar a este punto me tomó menos de un año -para alcanzar una mediana capacidad aeróbica-, tiempo que agradezco porque me dio la posibilidad de re-encantarme con la montaña, de la que gozamos en abundancia pero que por desidia muchos de nosotros nos privamos.
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